La sociedad vive inmersa en la mentira absoluta.

-Derrida-

Las parejas como intercambios comerciales

balanza con dinero y amor

Seamos sinceros. Detrás de la palabra amor se han ocultado y se siguen ocultando muchas de las mayores mentiras en las que vivimos. Vincular algo al amor erótico es uno de los recursos más manidos de toda la historia para autojustificarse. En cuanto alguien ha revestido con esta palabra alguno de sus actos parece que éstos se hagan intocables. Rara es la vez en la que alguna persona se atreve a criticar a otra que afirma amar a una tercera.
Ortega y Gasset, en sus “Estudios sobre el amor” dice claramente que la mayor parte de las personas pasan por la vida sin saber cuál es el verdadero significado del amar erótico. Esto es así por un motivo simple. El amor es un sentimiento estético y, de la misma forma que la mayoría de nosotros jamás alcanzamos a tener uno, igualmente esta mayoría carece de la capacidad de amar. Encima el problema se agrava ya que, como pasión estética (esto lo añado yo), tiende a la inestabilidad y, sobre todo, es efímera.
Sería un gran dilema denominar a los emparejamientos una vez que ya sabemos que realmente no hay amor en ellos. Entonces fácilmente la estupidez es nuestro primer remedio. Por motivos obvios el que no ha amado no sabe lo que es amar y, casi inevitablemente, adjudicará esta calificación a los primero que tenga algún cierto grado de aparente similitud con lo que se supone que es el acto de amar. Así, encapricharse con alguien, sentir cariño o sentir atracción sexual, suele quedar rápidamente denominado como amor. Pero, si los que aman en realidad no aman, cabría pensar qué es lo que hay detrás de la mayoría de las personas que, afirmando amar a su pareja, en realidad no lo hacen.
Empecemos fijándonos en un detalle logístico. En las sociedades occidentales la mayor parte de la gente únicamente puede establecer vínculos con un reducido número de personas. Los compañeros de trabajo, unas pocas amistades, algunos conocidos a los que se saluda y poco más. Bien es cierto que internet también ha hecho que este tradicional círculo cerrado pueda romperse pero, en lo sustancial, la situación no cambia demasiado para la persona promedio. Así pues, por fuerza, el emparejamiento tendrá que ser con alguien de este reducido grupo. Además, si descartamos tendencias minoritarias como la bisexualidad, tendremos que, del reducido grupo mencionado, nos quedará aproximadamente la mitad de las personas. Este grupo resultante, en su promedio, suele ser inferior a un par de docenas. Es por esto que no es extraño ver que, a menudo, los emparejamientos definitivos, suelen ser con compañeros de trabajo, amistades que dejan de serlo para ser “algo más”, etc… Naturalmente hay muchos casos en los que no sucede así, pero es que casi todos somos partícipes de esta estadística y, con tal cantidad de gente, por necesidad tiene que haber muchos otros casos que no se encuentren en esta condición. Lo principal es que la regla no declarada por nadie dice que cada uno suele emparejarse definitivamente con el mejor “partido” que su nivel socio-económico le permite. Yo mismo he escuchado a más de una persona decir casi literalmente esto Nótese que esto es algo que nada tiene que ver con el amor y, sin embargo, suele ser descrito en estos términos.
Alberto Noguera terminó comprendiendo, después de pasar seis meses en meetic (la página web para buscar pareja), que no es que las mujeres que estaban allí no tuviesen ninguna oportunidad de encontrar su “media naranja”. Lo que muchas de ellas realmente querían es aprovechar sus oportunidades para encontrar el mejor “partido” posible y así rentabilizar lo que ellas podían ofrecer. Tal es el caso, por ejemplo, de la mujer 12. Pese a disponer de una vida cómoda, estaba dispuesta a mejorarla cambiando su coche por un BMW y su piso por uno mejor de 200.000 euros. Todo gracias al “mejor partido” que pensaba que podía permitirse vista su situación económica y, seguramente, lo que consideraba que era su atractivo como mujer.
Pero sin llegar a estos extremos no es difícil ver cómo el estatus socio-económico resulta muchas veces definitivo para comprender cómo alguien decide pasar sus días con otra persona. Naturalmente aparecen más factores. Por citar un par de ellos podría decirse que las mujeres suelen decantarse por un hombre que satisfaga sus necesidades económicas y los hombres por una mujer que satisfaga sus necesidades visuales y anhelos sexuales. Si lo contemplamos con una especie de determinismo estoico veremos que, resolviendo la ecuación que lleva factores como los anteriores, no es demasiado complicado predecir que fulanito acabará con fulanita y menganita con menganito. Vamos, que si tienes un trabajo del montón y no tienes un destacado atractivo físico o alguna otra cualidad similar, no esperes que alguien rico y atractivo se fije en ti. Las probabilidades son más que escasas.
Así pues, y visto lo anterior, comprendemos que las relaciones de pareja son casi siempre transacciones económicas. Una persona puede ofrecer (ofrecerse, para ser exactos) tanto en el mercado y, en consecuencia puede aspirar a “tanto”. Los márgenes siempre oscilan en torno a esta relación. Pero esta verdad resulta desagradable e inadmisible para nosotros. No podemos decirnos: “soy un clase media y acabaré con alguien de clase media”, o “soy de clase alta y no quiero acabar con alguien de clase baja”. Entonces la palabra “amor” acude a nuestro rescate y decimos, sobre todo nos decimos, que amamos a la persona con la que convivimos y en ningún momento achacamos este vínculo a ninguna clase de intercambio comercial.

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La aversión del Partido Popular hacia el "carril bici"

ciclista por carril bici

Cada ideología, sea de la orientación que sea, tiene sus propios prejuicios. Esto es una serie de ideas que son tomadas como válidas antes de que sean analizadas racionalmente o contrastadas experimentalmente para comprobar que realmente son las más eficaces. La política del Partido Popular de España, al alimentarse del conservadurismo, se encuentra en la misma situación. Es por esto que es su modo de obrar nos encontramos con decisiones de carácter político que, bajo racionalizaciones que buscan autojustificarse, dan salida a varios de estos mitos de carácter ideológico. Uno de ellos parece ser el de desprecio al “carril bici”.
En la situación de crisis económica actual en la que se encuentra Europa, el conservadurismo encuentra un campo abonado para afianzarse. España, que también se encuentra en esta circunstancia, ha visto en las recientes elecciones municipales cómo la mayor parte de los ayuntamientos han pasado al control del Partido Popular. Aunque el motivo del vuelco electoral es fundamentalmente económico (y no ideológico) ello ha supuesto también que decisiones políticas secundarias, como la mencionada, se hayan visto condicionadas. Así ha sucedido en Sevilla, donde la idea del nuevo gobierno del PP parece estar próxima a buscar exterminar en lo posible el uso de las bicicletas. También Palma de Mallorca ha seguido un camino parejo al de Sevilla. La diferencia es que con la llegada al poder del nuevo gobierno popular el proceso ha sido el típico del puritanismo de la derecha. Es decir, ocultar lo que es desagradable para que así fuese como si en realidad no existe. Es por esto que, nada más lograr la alcaldía, el ayuntamiento gobernado por el PP ha tomado entre sus primeras medidas la de suprimir el carril bici de la principal arteria de la ciudad (las Avenidas) para marginarlo hacia calles secundarias. Lo curioso de esta medida es que destruir el carril bici de las Avenidas para construir otro nuevo trazado supone un gasto prescindible de 196.000 euros. Y más todavía si tenemos en cuenta la época de recesión económica en la que nos encontramos o la política de austeridad que figuraba en el programa del PP palmesano. Bien es verdad que también estaba en ese programa la promesa de la supresión del carril bici de las Avenidas. Pero, como mencioné anteriormente, el auge del PP se debe a motivos económicos y no ideológicos. Lo que sí pone de relieve este dato es que el disgusto de los populares por el carril bici viene de antaño. De hecho Román, uno de los visitantes de este blog, ha dedicado varios artículos en el blog que escribe en el diario El Mundo, a quejarse repetidamente de la existencia del carril bici en la principal zona de tránsito de la ciudad. Lo curioso de todo esto es que, además del gasto, el nuevo trazado del carril bici es de lo más disparatado. Zonas equívocamente señalizadas, trazados más largos, imposibilidad de que los vehículos transiten por el viejo tramo al haber en él multitud de árboles de gran tamaño, etc...Algo que ha generado un récord de quejas ciudadanas hacia el ayuntamiento. También hay que mencionar que el que en Palma se hayan tomado medidas distintas a las de Sevilla no significa que la intención no sea la misma. El conservadurismo, casi por definición, obliga a mantenerse un paso por detrás de las ansias sociales. De forma que si antes lo conservador era rechazar el divorcio, una vez ampliamente establecido éste, repudiarlo deja de ser un objetivo claramente conservador. Los nuevos objetivos apuntarán a rechazar los nuevos cambios sociales como, por ejemplo, el “matrimonio gay”. El caso es evitar el cambio y mantenerse en el conformismo de lo vigente. Es por esto que el disgusto conservador por el uso ampliamente extendido de las bicis en Palma no puede llegar a la eliminación total, pero sí a su disminución en grado y marginación en localización.
Para aproximarnos a esta repulsión, que podría parecer a primera vista un nimio e irrelevante detalle, quizá podemos tomar como referente el tradicional apoyo conservador a la energía nuclear que contrasta con el habitual rechazo de la izquierda, al mismo, a la vez que los últimos se decantan por el apoyo a las energías renovables. Vemos aquí el mencionado tema de los prejuicios, el de las ideas preconcebidas en función de la ideología. En este caso la propuesta de la izquierda se decanta por privilegiar el medio ambiente, mientras que la derecha prefiere la eficacia productiva inmediata. Este segundo plano otorgado a lo ecológico parece que también puede alcanzar a este símbolo, la bicicleta. Más todavía si tenemos en cuenta el contraste que supone verlas junto a los vehículos por el medio de la ciudad.
La derecha también parece asociar de alguna manera la bici, y por ende el carril bici, con lo que hoy se conoce popularmente con el término despectivo de “perroflauta”. Parece que, en ambos casos, aprecian una cierta inconsistencia, un izquierdismo, una falta de recursos tecnológicos que signifiquen eficiencia y prosperidad inmediata. Así sucede, por ejemplo, en el caso de la mención en twitter de Olmos que, sin venir a cuento de nada, decide vincular “lo estúpido” con el carril bici.
2,4 millones por escuchar a Christina Aguilera http://mun.do/oaJU7u vía @elmundoes [Seguro que es un tipo que luego pide el carril bici]”.
En este caso se pone de nuevo en evidencia que el nexo de los argumentos no es racional sino ideológico. Olmos no responde al mencionado análisis racional o empírico de la realidad. Simplemente da rienda suelta a las ideas preconcebidas que habitan en su inconsciente.

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El twitter de Pau Gasol, o la aquiescencia con el sistema.

Foto de la cara de Pau Gasol

Aunque Pau Gasol, el jugador de baloncesto, disponía desde hace bastante tiempo de cuenta en twitter, ha sido únicamente desde hace poco tiempo cuando se ha decidido a usarla. Hasta aquí podría pensarse que nada hay de extraño ya que muchas personas populares utilizan la red twitter. Sin embargo esta situación parece responder a una intención premeditada y deliberada que tiene como objetivo principal mejorar la imagen pública del jugador al tiempo que se busca potenciar un poco más su repercusión social. Dicho en palabras más claras: Gasol demuestra que no utiliza su cuenta como entretenimiento, sino como una forma de sacar provecho que, en última instancia, termina siendo económico.
Algo que llama mucho la atención es la emisión constante de mensajes que son exclusivamente en "tono positivo" y que buscan aludir a la mayor cantidad de gente. Ya en la breve descripción biográfica nos dice: “Barcelona, Memphis, Los Angeles, ..and now twitter”, al tiempo que ahora utiliza como imagen de fondo una foto suya con la selección española (recordemos que la sigueinte temporada de la NBA está en suspenso y Gasol necesita de alguna cita competitiva importante como la que le puede ofrecer la selección española). Así pues nadie queda marginado porque a todos los seguidores se les ofrece algún punto para seguir identificados. Igualmente Pau suele aprovechar los eventos deportivos destacados en los que participan conocidos deportistas españoles para mostrarles su apoyo (algo que twitter permite hacer con muy poco esfuerzo en unas pocas palabras). Este comportamiento recuerda bastante al de otros personajes públicos (por ejemplo muchas modelos, como Milla Jovovich) que viven en buena medida de la imagen que dan y que, por ello, rara vez se les encontrará mostrando un mal gesto. No olvidemos que cuando alguien denosta a otra persona (con o sin razón), tiende a fomentar una mala imagen de sí mimo.
Cabría preguntarse si resulta éticamente correcto asentir a todo y a todos, a la vez que no pronunciarse claramente en contra de nada. Desde luego ya sabemos que, en cuanto a mantener la imagen pública, es algo que realmente compensa. Incluso la Biblia dice que no se puede servir a dos amos (Mt 6:24) cuando se habla de escoger entre Dios y el dinero. Pero, dejando aparte lo religioso, parece obvio que asentir a todo es lo mismo que no hacerlo a nada. Entre otras cosas por una simple distinción lógica. Las afirmaciones y las negaciones se crean en buena medida por el contraste que se da entre ellas, en el momento en que se afirma todo pasamos a desustantivizar la negación hasta hacerla irrelevante o, cuando menos, a minimizar su significado. Por otra parte, asentir a temas contradictorios sólo lleva a afirmar contradicciones. De esta manera, si Pau afirma que le gustaría jugar con la selección catalana para contentar al nacionalismo catalán, resulta absurdo afirmar que quiere jugar también con la selección española. En cambio no resulta un disparate si se pretende responder al estado de cosas vigente, ya que coincide exactamente con él. Adecuación que, precisamente, es la que favorece potenciar su imagen.
Sin embargo podría pensarse que hay una excepción en este asentimiento con el sistema ya que Pau se ha mostrado públicamente a favor del movimiento 15m. Ciertamente el 15m representa una actitud muy crítica hacia la situación política y económica actual, pero también es verdad que es un movimiento que goza de un apoyo popular multitudinario (en varias ocasiones se ha cifrado en un respaldo en torno al 75% de la población) con lo que volveríamos a encontrarnos de nuevo ante el asentimiento a lo mayoritario. Una de las características del movimiento 15m es la fuerte crítica a los bancos, que son acusados de ser en buena parte responsables de la crisis económica actual. Sin embargo Pau, después de pronunciarse a favor del 15m, nos muestra implícitamente su apoyo a los bancos al ofrecerse voluntariamente como uno de sus empleados y declarar esto:
“Buenos dias a todos! Hoy de camino a Madrid para rodar un anuncio con mis amigos del Banco Popular. Espero que hayáis empezado bien el día.”
En su condición de anunciante (gracias principalmente a los mecanismos derivados del sesgo del “efecto halo”) Pau mejora de forma deliberada y consciente la imagen pública de un Banco a cambio de obtener un provecho económico. Es decir, aprovecha el valor de su imagen pública (la misma que fortalece en twitter a base de lanzar mensajes positivos a todo el mundo) para una conveniencia personal que no concuerda con lo que dice y lo que hace. Aunque todo esto resulta contradictorio desde el plano ético, sí que es rentable desde el plano económico. Sin embargo, y como ya aludí antes, no se puede servir a la vez a dos señores.

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El “ruido de fondo” del blog de Antonio Orejudo y los comentarios en los blogs

Antonio OrejudoDesde hace años suelo revolotear por muchos blogs. No voy a decir que en ellos se encuentre el súmmum del conocimiento pero sí que pueden llegar a aportar datos que difícilmente llegan por otras fuentes. Entre otras cosas aprecio el intercambio de ideas e impresiones en un marco que, en lo posible, permita el tú a tú. Es verdad que en no pocas ocasiones los comentarios de los blogs son un nido de autobombo, polémicas fútiles, conversaciones sin sentido y demás asuntos bastardos. Pero también es cierto que cada persona tiene derecho a expresarse lo mejor que pueda y sepa sin que por ello sea discriminada. Kenny Neal, por ejemplo, parece tener claro este tema porque cuando le preguntan sobre lo más importante que le enseñó su padre no se refiere a lo que parece más obvio (la herencia musical) sino que, por el contrario, dice: “me enseñó que todo el mundo es alguien”.
Esto que acabo de decir viene a cuento porque hace unos días he ido a parar a un lugar en el que, para mi sorpresa, ya no soy alguien. Jamás he visto ningún otro blog en el que nada más llegar lo primero que se encuentre el visitante es un menosprecio y una indiferencia hacia lo que él pueda hacer allí. Veamos la cita que incluye Antonio Orejudo en el margen superior de su blog. El que se supone que está dedicado a la sección que suele ser el “acerca del autor”
“[…]Salvo excepciones. Yo no creo que los comentarios a un post constituyan una conversación, como suele decirse. Salvo que consideremos conversación las pintadas que rivalizan entre sí, contestándose unas a otras, en las puertas de los baños públicos. Para que un intercambio de mensajes se considere conversación tiene que haber una cierta igualdad entre los que hablan. Y aquí no la hay: ustedes saben quién soy yo. Hasta tienen mi foto ahí arriba. Pero yo no sé quiénes son ustedes. Sólo oigo un ruido de fondo.”
Tengo que reconocer que el texto, además de indignarme, me ha encantado. Me recuerda al mismo mecanismo con el que funciona el odio y gracias al cual una persona puede odiar a otra sin necesidad siquiera de conocerla. Pues, de parecida manera, Antonio puede menospreciar a toda persona, incluso antes de que se le ocurra comentar en su blog. Si atendemos a lo que aquí se dice habrá que entender que cualquier comentario que se haga empezará partiendo del nivel de “pintada en aseo público”. Esos lugares en los que ya desde los tiempos de la volcanizada Pompeya los seres humanos plasmamos de forma poco racional nuestras frustraciones, prejuicios, rabias, ganas de inmortalizarnos y demás necesidades variopintas.
Pero, ¡ay amigos!, podemos tener la fortuna de salir de ese pozo ignorancia que son las paredes de los váteres públicos o el hilo de comentarios del blog de Orejudo gracias a que todavía nos queda la oportunidad de que entre nuestros miserables garabatos consigamos dibujar una “Mona Lisa”, una frase al nivel de los aforismos de Wittgenstein o cualquier otra genialidad que capte la merecida atención de nuestro querido Orejudo. Entonces quizá lleguemos al excelso nivel de merecer estar incluidos en lo que él llama: “Salvo excepciones”.
Para comprender cómo hemos llegado a esta situación de no saber hacer nada más que garabatear como niños o escribir como discapacitados mentales (un saludo a todos los discapacitados) debemos de tener en cuenta si estamos o no convenientemente identificados: “[…] Para que un intercambio de mensajes se considere conversación tiene que haber una cierta igualdad entre los que hablan. Y aquí no la hay: ustedes saben quién soy yo. Hasta tienen mi foto ahí arriba. Pero yo no sé quiénes son ustedes. […]”. Así que ya sabéis, como ya os ha pasado en tantas instancias que habéis tenido que rellenar a lo largo de vuestra vida, aquí también se hace necesario enseñar una fotocopia del D.N.I. Así Antonio sabrá las identidades y los rostros de ese “ruido de fondo” que somos los demás para él. Quizá entonces las ideas que tengáis que proponer o queráis comunicar alcancen el suficiente valor como para tener la misma dignidad que las de Orejudo. De esta forma no acabaréis como esos infames anónimos que osaron escribir el “Lazarillo de Tormes”, el “Cantar de mío Cid”, o fruslerías por el estilo. Por mi parte, y para hacer honor a la gallardía de Orejudo (“Hasta tienen mi foto ahí arriba”, nos dice él) he puesto su imagen en el encabezamiento de este artículo para que nos ilumine con su ejemplo.
Pero no nos dejemos llevar por la pasión y asimilemos que, por mucho que uno quiera, nadie puede hacerlo completamente bien ni completamente mal. Orejudo es tan humano como cualquiera de nosotros. ¡Hasta Hitler era humano! Para ser justos hay que decir que no es que Antonio se dedique a mostrarse indiferente hacia todo anónimo, me consta que hay ocasiones en las que ha prestado atención hacia estos viles seres e, incluso, ha sabido aceptar críticas hacia su persona. ¿Entonces por qué Antonio ha llegado a escribir en un lugar tan relevante del blog semejante cita?, ¿por qué?, ¿quizá por inconsciencia?.
Sabía que Orejudo existía pero, la verdad, no conocía gran cosa de él. Me he tomado un rato en ojear el blog, y otro en ver la pinta que tiene mediante YouTube, para saber cómo respira la persona que ha sabido menospreciarme de una forma tan magnífica. Así, a base de reunir pequeñas pistas, he creído llegar (atrevido de mí) a unas cuantas conclusiones.
Teniendo en cuenta las alusiones que Antonio hace sobre artículos de Attac, que publica en El País , que es invitado por la SER, que es columnista de Público y un etcétera semejante, cabría sospechar que nos encontramos ante una persona simpatizante de la izquierda (también es verdad que ha estado vinculado a medios de “derechas”). El problema de la mayor parte de la izquierda española es que es más “progre” que verdadera izquierda. Así que de boquita todos somos muy rojos pero a la hora de la verdad, cada uno vigila que su trasero esté bien acomodado y su cuenta bancaria lo mayor repleta posible. Eso sí, a las “manifas” contra la guerra de lo que sea vamos en seguida y sentimos profundamente la causa. Con un panorama así no es de extrañar que los izquierdistas se conviertan en izquierdosos (para Antonio supuestos izquierdistas) y que lo que una vez fue el socialismo se tenga hoy por trasnochado. Veamos lo que nos cuenta Antonio en su blog: “El comunismo ha dejado de ser comunista, el capitalismo financiero ya no puede ser analizado con las herramientas del viejo Marx […]”. ¡Impresionante! Esta noche ya podré dormir tranquilo. Y, por favor, el que quiera más explicaciones que vaya a ver el resto del artículo porque son tres párrafos (19 iluminadas líneas) que permiten comprender la dinámica del capitalismo, que el comunismo es para fracasados trasnochados y que hay que ser prácticos en la vida. Un artículo que justifica tan bien las afirmaciones que se atreve a hacer sólo puede ser superado por el artículo de Jaime Nubiola. Nubiola, profesor de la universidad de Navarra y uno de los principales especialistas patrios en Charles Sanders Peirce (véase pragmatismo), se despacha igual de alegremente respecto a las doctrinas del “viejo Marx”. La diferencia es que Nubiola, merced a su vinculación a la más rancia y derechista órbita de la Iglesia Católica, ataca más por el lado religioso. Según él el cristianismo es “alegre” y las doctrinas de Marx para amargados fuera de la realidad. “Quienes han sido marxistas deberían quizá dedicar su esfuerzo a intentar comprender cómo fueron captados por esa siniestra ideología —que es ahora una pieza de museo— en vez de empeñarse en persuadirnos de que tenían razón al menos en su hostilidad a la religión […]”. Por favor, si alguien os dice que es “Doctor” en algo empezad a desconfiar.
Volviendo con Orejudo, lo que más me ha molestado de lo poco que sé de él es la continua jerarquización que se empeña en hacer de las cosas. Como él mismo dice en el vídeo, las personas que él forma en la facultad de Almería no acabarán siendo filólogos, sino que la mayor parte serán profesores de enseñanza básica. Así pues propone que la Universidad se centre en producir profesores de enseñanza básica que sean útiles al sistema (de nuevo el mismo “pragmatismo” del artículo de las 19 líneas en el que nos invitaba pactar con el demonio si ello nos convenía). Pero, no. No, Antonio. La Universidad no es para formar elementos productivos para el sistema. Debe de estar para formar personas. Después ya se las tendrá que apañar el sistema si quiere sacarles provecho. El fin está en los individuos, no en el sistema. Esta maniática jerarquización de la realidad también aparece en su repetición de que Almería es la periferia (mentalidad tristemente frecuente en muchos madrileños como él) y seguramente es la misma idea que le ha llevado a calificar a sus posibles comentaristas como el famoso “ruido de fondo”.

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Los engaños en España para el cambio de hora entre invierno y verano

Cambio de hora

A finales del año 2009 escribí un pequeño artículo en el que expresaba mis dudas respecto a la honestidad y a la conveniencia social del cambio horario. A estas alturas tengo una nueva serie de datos que dan pie a hacer conclusiones más precisas y a imaginar nuevas suposiciones sobre la realidad de la situación.
Independientemente del cambio de hora hay que empezar señalando que el horario de España no es el que le corresponde por su posición geográfica. Portugal, que se encuentra en nuestra misma franja geográfica, se ajusta más a la realidad ya que su huso tiene una hora menos que el español. Además, en cuanto a la división horaria, hay que tener en cuenta que Portugal se encuentra en una zona casi idéntica a la de Galicia, con lo que no resultan tan descabelladas las reivindicaciones del nacionalismo gallego para que Galicia ajuste su hora a la misma que tiene Portugal, las Islas Canarias o el Reino Unido. El motivo de que España se encuentre desajustada respecto a la hora que le corresponde geográficamente se debe a una medida del régimen de Franco bajo la que proclamó la orden de adelantar la hora en sesenta minutos con el único motivo de asemejarla al mismo horario de los dos grandes regímenes fascistas del momento, la Alemania de Adolf Hitler y la Italia de Mussolini. De esta manera se perdió el huso que le corresponde geográficamente al pasar el meridiano de Greenwich por la península (GMT+0) para adquirir el de nuestros “aventajados vecinos” alemanes e italianos (GMT+1). Esta medida quedó publicada en el BOE del 8 de Marzo de 1940 y es la misma que se sigue manteniendo en la actualidad.
Ya tenemos un país con una hora que no le corresponde, así que forzosamente el estándar de los cambios horarios (adelantar una hora para el horario de verano y retrasar otra para el de invierno) tampoco pueden tener la viabilidad que se le supone.
El motivo fundamental que se aduce por parte de los gobiernos para mantener el cambio horario es el ahorro energético. Curiosamente en las mediciones de energía no aparece ningún cambio destacable, siendo en ambos casos el consumo prácticamente idéntico. Así pues los famosos 11.000 millones de pesetas (luego 66 millones de euros) que se han aducido año tras año por los medios de comunicación como recompensa del sacrificio de cambiar la hora no son tales.
Teniendo en cuenta que los sucesivos gobiernos disponen de datos suficientes y de que son conscientes de que el horario no es el acorde a la posición geográfica hay que empezar a hacer suposiciones del porqué de esta situación. Combinando mis antiguas sospechas sobre la circunstancia de que es absurdo un horario que obligue a la llegada de la noche antes de la diecinueve horas cuando la mayor parte de la población está despierta por la tarde, las menciones sobre las circunstancias laborables del hilo de comentarios del anterior artículo y lo llamativo de que el gasto energético sea en realidad similar, he llegado a la conclusión de que la diferencia no es cuantitativa, sino cualitativa. Es decir, se gasta lo mismo pero el consumo eléctrico procede de distintos lugares. Pensémoslo bien. A base de hacer que amanezca más temprano y anochezca más pronto conseguimos que el trabajador medio pase las horas de luz natural en su lugar de trabajo (franja mañana-tarde) y las horas de luz artificial (franja tarde-noche) en su casa. De esta manera el gasto de electricidad de las empresas es menor a costa de aumentar el gasto energético en los hogares particulares. Naturalmente no sólo quedan beneficiadas las empresas, sino que probablemente el gasto energético global sea algo superior al que sería posible debido a que se genera más consumo desde muchos lugares pequeños (los hogares), que desde los grandes (las oficinas).

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El absurdo de las presentaciones de libros

Presentación de libro

No puedo decir que haya asistido a demasiadas presentaciones de libros, pero creo que sí a las suficientes como poder extraer unas cuantas conclusiones. La principal de todas es que, en realidad, como evento carece de sentido. Lo la mayoría de las veces sucede es el mero hecho comercial de intentar vender o promocionar un libro unido al acto social, o la satisfacción narcisista de sentirse aplaudido por los demás.
Ortega y Gasset entendía que una clase magistral era aquella en la que el alumno, merced a la influencia del maestro, quedaba “afectado” de tal forma que no salía siendo la misma persona que había entrado a la clase. Jamás he visto nada de esto en la presentación de un libro y tampoco he visto motivos por los que debiera de darse una situación de esta clase. Es cierto que hay personas realmente influyentes que, estén donde estén, con su simple presencia pueden ejercer fascinación en los demás. Pero esto puede suceder igualmente en un aseo público, por la calle, o en cualquier otro lugar. No hay nada particularmente significativo en la presentación de un libro que lo promueva especialmente. Esta cualidad a la que me refiero sería algo similar a lo que ya Platón denominó como “conocimiento por contacto” para referirse al influjo de Sócrates sobre los demás. Obviamente nadie recibe ningún dato que no sea sensorial a base de tocar a otra persona. Lo que sí sucede es que alguien que ha alcanzado algún tipo de talla en cuanto a humanidad (Sócrates, por ejemplo) tiende a irradiarla con su simple presencia. Entonces el “conocimiento por contacto” que describía Platón no sería más que un contagio de la humanidad de otra persona merced a su proximidad. Cosa que hay que reconocer que sí tiene un grado de afectación para el sujeto paciente.
Descartando los casos excepcionales que acabo de citar, lo primero que llama la atención de las presentaciones es el que no suele haber turno de preguntas. Imagino que en parte se debe a un motivo justificado ya que, por ejemplo, hay personas que se dedican a “reventar” las presentaciones para conseguir, por medio de la polémica o por un camino similar, trasladar el centro de atención hacia sí mismos. También supongo que es más cómodo para el emisor que no haya receptores que puedan rebatirlo o, incluso, terminar por dejarlo en ridículo. Nos encontraríamos aquí con un “diálogo” orientado al “tener”, en lugar de estar orientado al “ser”. En el modo de tener los participantes están más interesados en que se les dé a ellos la razón que en conocer la verdad sobre el tema tratado; en el modo del ser los participantes están más preocupados por saber la verdad sobre el tema discutido y no tienen mayores problemas en desdecirse de sus palabras si alguien les hace ver que eran equivocadas. Generalmente pocas personas tienen la valentía de discutir en el modo del “ser”, fundamentalmente porque no soportan el bochorno de sentirse avergonzados ante los demás. Más todavía si tenemos en cuenta que en un acto público de estas características implícitamente se presupone que el que lo ofrece tiene algo importante que decir. En cualquier caso factores como los que he comentado acaban originando que la comunicación discurra en una única dirección, con lo que la productividad del acto ya queda inevitablemente mermada.
Es frecuente que la persona que presenta el libro vaya acompañada por otra que introduzca la exposición. Este segundo personaje (opcionalmente puede ser más de uno), que podría pensarse que está ahí para ofrecer algo más de lo que podría decir el implicado, no suele decir nada que el escritor de turno no sepa o pueda decir. Sorprendentemente su función no es la de aportar más datos, sino la prestigiar el acto y ofrecer una imagen de ecuanimidad y asentimiento general con lo que allí está pasando. Un apoyo, pero en el peor sentido de la palabra. Lógicamente resulta vital que este segundo personaje sea del mayor prestigio posible.
Además, lo que los escritores suelen decir sobre sus libros no suele ser nada excepcional que no se pueda conocer mediante la lectura del propio libro. En el mejor de los casos un puñado de anécdotas y poco más. Evidentemente si pensaron que tenían algo importante que decir ya lo pusieron en el libro, o se lo guardarán para otro. Cosa que frecuentemente deriva en el vicio de repetir lo que ya se está en el libro de turno.
La particularidad del hecho de escribir es que es algo completamente solitario. Es decir, uno escribe y está él y el texto. A diferencia de otras actividades culturales (teatro, música, etc…) no existe un público que permita el contacto directo. En el mejor de los casos se puede tener la satisfacción de saberse leído, pero no el mencionado contacto directo con los demás en el acto de la creación. A mi modo de ver esta soledad de la escritura es, generalmente de forma no confesada, algo que resulta insoportable a muchos escritores. Al mismo tiempo tenemos a la vanidad, tan frecuente en todos nosotros, que busca que el reconocimiento de los demás y a la que le resulta idóneo este contacto directo. Es por esto que extrañas fórmulas como la de la presentación de libros sirven para llenar estos vacíos aunque terminen siendo un “quiero y no puedo”.

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María Llopis: ¿El postporno era eso? ¿sexo y mentiras?

Cuando nos presentan un libro tendemos a pensar que está justificada su publicación. Quizás sea así porque publicar un libro en una editorial “seria” no está al alcance de la mano de cualquiera, o quizás porque suponemos que alguien con capacidad crítica ha sabido juzgar adecuadamente el libro como para dar el visto bueno a su publicación. Bien, pues nada de eso.
No he leído el libro que Melusina ha publicado de María Llopis, pero sí he leído algunos de los artículos que ha escrito en su blog. Tengo que reconocer que, al principio, dudé sobre el valor de lo que tenía delante. La presentación de una actitud rebelde y aparentemente justificada filosóficamente para reivindicar la identidad de la mujer parecía una buena causa como para que Llopis decidiese tomarla por bandera. Sin embargo la fachada se desmorona rápidamente en cuanto se lee un poco de lo que ha escrito.
Describiría el pensamiento de María Llopis como casi inexistente. Fundamentalmente porque carece de la más mínima capacidad de abstracción, cosa que, ya de por sí, la incapacita para poder conseguir alguna clase de idea. De hecho Llopis vive en su propia cotidianidad y parece que le resulta imposible sustraerse de ella. Para llenar el lugar que tendría que estar ocupado por el pensamiento ha optado por abusar de la ideología. En este punto recuerdo que, a fin de cuentas, una ideología no es más que el fruto de la orientación particular del carácter de la persona. Desde la ideología se puede intentar buscar una aproximación hacia la verdad, pero permaneciendo exclusivamente en la ideología sólo se puede llegar a conseguir una amplificación del carácter que no va a ninguna parte. Es cierto que toda interpretación de la realidad implica una hermenéutica, y que ello hace imposible sustraerse por completo de todo contenido ideológico. Pero entre los dos polos hay un amplio margen y, como acabo de decir, Llopis no consigue salir del plano ideológico. Para llenar el hueco que deja el vacío de su pensamiento recurre (además de a la mencionada ideologización) a un esnobismo tenuemente disimulado.
El que sí ha leído el libro de Llopis, en el que se suponía que debía de encontrarse algo importante de su pensamiento, es Juan Mal-Herido. Viendo la reseña que escribió creo que puedo coincidir en las apreciaciones que ofrece sobre la capacidad de Llopis como escritora ya que se parecen bastante a las impresiones que he sacado de su blog.
La descripciones de Juan sobre el contenido del libro se dirigen también en lo que he creído percibir como falta de capacidad para sustraerse de lo cotidiano por parte de Llopis: “El postporno era eso no es, como uno habría querido, un ensayo, sino un diario saltimbanqui […]”, “El libro parece el diario de una adolescente. La verdad.”. Igualmente coincido con el papel que juega el esnobismo para reemplazar la carencia de pensamiento: “Entiende uno que el follar se les hace a algunos tan tremendamente vulgar que, para no sentirse como todo el mundo (ver Rebelarse vende), se inventan una serie de estrategias intelectuales de cierta complejidad (terminológica, más que nada) que nimben los tradicionales estados de soltería, noviazgo, depresión, polvo de una noche, prostitución, masturbación, coito con personas del mismo sexo, sexo en grupo y demás, de cierto snobismo y distinción.”. Por lo que yo sé Llopis sólo ha conseguido replicar a estas críticas a través del texto de un tercero que, además de haber aparecido un año más tarde, se refiere al tono general del blog y no a la reseña del libro. De razonamientos venidos de la autora parece que no hay gran cosa.
Evidentemente María Llopis hace un flaco favor a las reivindicaciones feministas que, vista la sociedad patriarcal en la que nos encontramos y la marginación de los débiles que se da en ella, no son pocas. Pero es que también obstaculiza una actitud constructiva frente al capitalismo, pese a que pretende dar a entender que hace todo lo contrario. En la página 38 del libro de Llopis tenemos el intento de la autora por describir el concepto que encabeza su libro: “El postporno es la cristalización de las luchas gays y lesbianas de las últimas décadas, del movimiento queer, de la reivindicación de la prostitución dentro del feminismo, del postfeminismo y de todos los feminismos políticos transgresores, de la cultura punk anticapitalista y DIY (hazlo tú misma). Es la apropiación de un género, el de la representación explícita del sexo, que ha sido hasta ahora monopolizado por la industria. El postporno es una reflexión crítica sobre el discurso pornográfico." Obviamente la cita ya es una contradicción en sí misma. ¿Cómo se puede reivindicar la prostitución y, a la vez, buscar emancipar a la mujer de una sociedad machista?. Pero especialmente paradójico me resulta el fragmento en el que se dice que el postporno es la cristalización “[…] de la cultura punk anticapitalista […]”. Bien, se da la circunstancia de que uno de los engaños más comunes del capitalismo es el de hacer creer a los que lo padecen que son personas libres para que así no cuestionen el sistema. Ilusión que, desde mediados del siglo pasado, se consigue en buena medida a base de identificar libertad personal con libertad sexual. Una forma fácil de la que dispone el poder para conseguir que el toro embista el capote equivocado pensando que es el correcto. Además, dirigiendo las energías en la dirección contraria, también se consigue que el enemigo quede distraído.
La gota que ha rebordado el vaso de mi hartazgo a cerca de los argumentos de Llopis ha sido la entrada que ha publicado hace unas horas en la que, bajo el rimbombante título de “Chat roulette, an excerpt”, se muestra a sí misma en un vulgar vídeo de contenido exclusivamente sexual. Imagino que ella pensará que lo que se refleja es la liberación de la mujer. Como el vídeo está alojado en un lugar público (Vimeo) que prohíbe los contenidos de contenido pornográfico (un menor de edad no tiene por qué aguantar estas cosas), animo al que lo desee a denunciarlo fácilmente pinchando en la opción “flag this video”. Cosa que yo ya he hecho. Creo que hay que estar registrado en la web para poder ver la opción, pero aseguro que el proceso es fácil y que se hace muy rápidamente.


Actualización 1:
Afortunadamente el vídeo ha sido suprimido de Vimeo. Teniendo en cuenta que había sido subido hace dos meses supongo que las denuncias (gracias a todos los que lo hicieron) habrán surtido efecto. El mensaje que se puede ver en estos momentos en la dirección en la que se encontraba es el siguiente: Sorry, "Chat roulette Maria Llopis" was deleted at 11:48:54 Wed Feb 9, 2011. We have no more information about it on our mainframe or elsewhere.
Imagino que María todavía no se ha percatado porque la entrada que publicó en su blog, exclusivamente para enlazar el vídeo, sigue en el mismo sitio pese a que el contenido ya no existe.



Actualización 2:
Después de la sucesión de enlaces que he puesto hacia el blog de María desde mi artículo, finalmente María ha venido a ver esta entrada. Ha estado leyendo durante un buen rato y, al igual que hizo con la crítica de Mal-Herido, no ha respondido en los comentarios, sino haciendo una entrada en su blog. Como es justo escuchar a todas las partes aprovecharé para reproducir en los dos primeros comentarios la entrada con la que responde a mi artículo. La que ha titulado como El salvador de los niños.

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El engaño del empaste y las desventajas de la amalgama dental

Es cierto que cualquier profesión es susceptible de ser ejercida de una manera corrupta. Pero también es verdad que la corrupción anida más y mejor en los lugares en los que más aflora el dinero y éste se encuentra al alcance de la mano. Fundamentalmente sucede así por un motivo sencillo, a mayor tentación más posibilidades de caer en ella.
La situación de los dentistas no deja de ser peculiar. Fundamentalmente porque muchos de ellos consiguen cada mes importantes ingresos gracias a que en la sanidad pública apenas se ofrece cobertura sobre este apartado y, por lo tanto, cualquier persona que tenga un problema dental mínimamente serio se verá obligada a solicitar los servicios privados de un dentista. Pero, además, los ingresos de un dentista también pueden proceder de más vías. Una de las más comunes se refiere al tema de los empastes dentales.
Hoy por hoy los empastes resultan imprescindibles cuando se ha producido una caries dental. El proceso es simple. Una vez diagnosticada la caries se erosiona lo suficiente esa parte del diente hasta que dicha caries ha sido destruida. Es decir, que junto a la caries nos vemos obligados a eliminar irremisiblemente una parte de la pieza dental. En este punto resulta especialmente relevante el que no quede ninguna huella de si allí ha habido una caries o si, por el contrario, lo que había era una pieza completamente sana.
Todo dentista conoce esta circunstancia, y una proporción que yo estimo relativamente alta saca provecho económico de ello en detrimento de la salud del paciente. La forma es muy simple y funciona bajo el mismo esquema de “tener a la zorra vigilando el gallinero”. Es decir, si la persona que tiene que diagnosticar la caries es la misma que va a obtener beneficios de una posible intervención, fácilmente puede ver su juicio sesgado al saberse beneficiada económicamente por una posible intervención. Hablado claro, si no hay caries que empastar los dentistas verán muy mermados sus ingresos. Con esto se da la paradoja de que personas que tienen que estar dedicadas al cuidado de la salud son las mismas que acaban creando los problemas. Algo parejo a lo que, de forma mucho más excepcional, ha sucedido con guardas que incendian el bosque para que su empleo subsista.
Esta circunstancia de los empastes, que podría parecer algo anecdótico o reducido a unas pocas personas sin escrúpulos, es algo que he venido observando a lo largo de los años en bastantes y en muy distintos dentistas. Hasta el punto de que he visto piezas dentales con caries descritas como “mortíferas” que, sin embargo, han sobrevivido sin ningún problema durante décadas si el paciente, insólitamente, decidía que no debía de realizarse ningún empaste. Obviamente no existía ningún tipo de caries. Lo que sucedía es que el dentista de turno se beneficiaba económicamente si había que realizar un empaste y no tanto si éste no llegaba a hacerse.
El truco es simple. Apoyándose en mecanismos similares a los descritos en el experimento de conformidad con la autoridad de Milgram, el dentista afirma que existe una caries dónde no la hay apoyándose en un argumento de autoridad. Él es un médico y, por lo tanto, ante alguien que no lo sea, su juicio es el que vale. Como dije, una vez el empaste se ha hecho, desaparece la prueba. En este caso el trozo de diente sano. Si, extrañamente, por cualquier motivo el paciente se niega a ser empastado el médico también queda impune porque, en el peor de los casos y si se ve “entre la espada y la pared”, podrá alegar haberse equivocado. De la misma manera que a día de hoy no sé de ninguna cajera (o cajero) de supermercado que haya sido sancionado por devolver menos cambio del correspondiente (otro “truco” bastante manido), también desconozco que algún dentista haya llegado a ser sancionado por querer hacer un empaste cuándo no debía.
Hasta aquí podría pensarse que el único perjudicado es el diente (que innecesariamente ha perdido un fragmento) y el bolsillo del que ha tenido que pagar una operación innecesaria. Pero sucede también que el material con el que se han hecho casi todos los empastes, la amalgama dental, está en una situación similar a la del amianto (asbesto). Creyendo, sin ninguna justificación médica, que el amianto no era nocivo, fue empleado en distintas áreas industriales con el irremisible perjuicio para la salud de los que tuvieron que manejarlo. Al igual que con el amianto, también se ha ignorado las más mínimas precauciones médicas con la amalgama, haciendo de ésta última el material más común en las operaciones de empaste. Sería largo de citar los efectos nocivos de la amalgama en la salud (en mercuriados hay una información detallada) pero, por resumirlos rápidamente, se podría decir que la aleación de la que está formada la amalgama (aproximadamente un 50% de mercurio y otro tanto de metales como el cobre, estaño, oro y plata) no forma un compuesto que permanece sólido e intacto después del empaste. Por el contrario, se va diluyendo a base mínimos fragmentos y emanaciones que, al estar en la boca, pasan al resto del organismo a través del sistema digestivo. Evidentemente la exposición al mercurio no es nada beneficiosa. En algunos casos se hace evidente de forma relativamente rápida y en la mayor parte de ellos los síntomas tardan muchos años en aparecer, con lo que se hace complicado encontrar fácilmente la relación causa-efecto. En cualquier caso tener empastes de amalgama en la boca es lo mismo que tener una bomba de relojería que, en cualquier momento, antes o después, terminará explotando.

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Atracar bancos: motivos, sentido y significado.

Detesto los bancos. Entrar en uno de ellos hace que se me encoja alma y me vengan temores de ser atacado desde cualquier lado. Esta sensación (casi fisiológica) no ha nacido conmigo, sino que se ha ido desarrollando durante los años. En mi inconsciente juventud parecían lugares pulcros y limpios, como los aseos. Conforme he ido abriendo los ojos al mundo me he dado cuenta de que, en realidad, son todo lo contrario.
Lo primero que me desagrada de los bancos procede, curiosamente, de la percepción estética. Puedo entender que la diversidad de las personas haga que tengamos gustos muy distintos y que ellos sean, a menudo, contrapuestos. Pero una cosa es el gusto y otra el mal gusto. Del último parecen ir sobrados los empleados de los bancos. Para los hombres, cortes de pelo con la raya a la izquierda tal como los peinó su madre en su más tierna infancia, trajes de medio pelo que pretenden dar apariencia de formalidad, corbatas de extraños y absurdos colores, camisas que no se sabe si son manteles de cocina, etc… En cuanto a las mujeres otro tanto podría decirse. Sin embargo los banqueros, merced a su condición de simples empleados, no suelen mostrar una mirada especialmente ávida. Seguramente la rutina de trabajar con dinero ya les ha inducido a tratar a los billetes como lo que realmente son, papeles. La avidez de los empleados (al menos en mi experiencia) suele mostrarse cuando nos encontramos con los cargos más altos de la oficina. Son ellos los que dan el visto bueno a las operaciones que no son completamente rutinarias y, con certeza, los que más tienen a ganar con ello. Nunca he alcanzado a entender por qué un director de banco ofrece la mano cuando el cliente deposita alguna cantidad medianamente importante o hace otro tipo de operación similar. Comprendo que sienta un interés egoísta y una vana satisfacción personal al comprobar que el negocio marcha bien y que, quizás ello se deba a su implicación personal. Pero me molesta terriblemente que se pretendan vincular valores humanos a una relación estrictamente mercantil. Es por esto que un forzado apretón de manos en estas condiciones se asemeja en cierta medida al “beso de la muerte” de un mafioso.
Pero lo agradable y lo desagradable no deja de ser una somatización de lo que nos va bien o no nos va bien. Es por esto que una persona que, forzada por sus padres, haya escogido una carrera que no le gusta, terminará padeciendo un inmenso sopor cada vez que se disponga a estudiar. Aunque la conciencia autoritaria paterna se hubiese incrustado en él diciéndole que lo correcto es que prosiga sus estudios en esa disciplina, su verdadero “yo” le seguirá diciendo que realmente no le interesa el tema. En consecuencia el amodorramiento invadirá una actividad a la que se le supone como la apropiada. Digo esto porque la sintomatología funciona de idéntica manera para el estudiante que ha equivocado el camino, como para la persona que siente un desagrado instantáneo por algo sin llegar a apercibirse del motivo.
El desagrado estético no es sólo con el edificio, los empleados, o la sensación de sentirse observado (la última vez conté cinco cámaras apuntando a la vez hacia mí). Es sobre todo en cómo mutan los rostros de las personas (clientes, los llaman) cuando entran en una oficina bancaria. Desde las caras de preocupación por ese dinero que siempre parece que falta, a los ojos codiciosos que creen bien a salvo los ahorros en semejante lugar. Lo común en toda la gama de expresiones es su esencia miserable recubierta de miedo. Porque, de una u otra manera, todos tenemos miedo a perder algo sólo cuando lo tenemos. Es por esto que las opulentas sociedades occidentales se vive con miedo (de perder lo que se tiene), mientras que en los países marginados lo que suele abundar más es la esperanza (de poder llegar a algo). El banco es pues un hormiguero donde infinidad de pequeñas hormiguitas obreras van a dejar la contribución que, en la medida de sus posibilidades, han conseguido crear para el beneficio de la gran reina del hormiguero. Lo curioso es que las hormigas tienen una finalidad haciendo esto, la reproductiva. En los humanos ya no es así.
Si comprendemos lo inmoral de retener lo que nos sobra cuando hay mucha gente necesitada, sabremos aproximarnos más al verdadero significado de los bancos. Pensemos en que la codicia de una persona común puede llegar a amasar una cantidad de excedentes relativamente importante. Esa codicia se ve plasmada en el dinero y en una cifra. Cifra que, precisamente, ya es una cosificación que en sí resulta alienante. Pues bien, si pensamos en cientos de personas llevando sus ahorros al banco igualmente veremos que lo que realmente llevan es su avaricia plasmada dinero. De esta manera el mencionado tráfico de las hormigas hacia el hormiguero se transforma en una red de alcantarillas que van a verter en forma de dinero todas las miserias acumuladas. El banco es entonces una gran cloaca donde se aglutinan las miserias de las personas-clientes.
A estas alturas puedo hacerme una idea de por qué entrar en un banco se me hace tan desagradable. En realidad no soporto la peste que todos dejamos allí. Lo curioso es que, como esta percepción “estética” ha ido pareja a mi evolución ideológica, posiblemente a causa de ello ha ido cambiando mi reacción. Primeramente una indiferencia juvenil, después una sensación de incomodidad, hace tiempo una sensación de asco y, últimamente, siento ganas de atracar un banco cada vez que entro en uno. Un deseo un tanto absurdo porque, en realidad, no quiero el dinero para nada en concreto (tampoco voy a negar que la codicia no viva en mí). Esta idea es más una impresión, ya que no tiene una finalidad ulterior. Una especie de atracar por atracar. Simplemente por la acción misma. Imagino que es una forma de buscar romper lo que me constriñe cuando piso un banco. En el banco la presión es mayor que en ningún otro sitio porque, como dije antes, es ahí dónde van a parar todas nuestras codicias. De la misma manera violar un banco es acabar de un solo plumazo con el fruto de las codicias de todas las personas.

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Fórmula uno: cuando el dinero corrompe al deporte.

El seguimiento de la fórmula uno en España ha aumentado exponencialmente en los últimos años. Cabría pensar si es que se ha encontrado una repentina vocación por este deporte por asociarse al éxito o si es que ya existía un interés que no terminaba de germinar. En cuanto a esto habría que considerar que en España sí ha existido desde hace bastantes años afición por el motor (motociclismo, rallies, etc…) y, además, destacados deportistas han despuntado dentro de este ámbito. Teniendo en cuenta que desde hace mucho ha existido afición por los deportes de velocidad parece sorprendente que la fórmula 1 haya conseguido cuajar únicamente en los últimos tiempos. Recordemos que hasta principios de los noventa había tanto desinterés que incluso hubo varios años en los que ningún canal de televisión se dignó en retransmitir el campeonato a causa de las bajas audiencias. El motivo fundamental de este cambio es muy simple, dinero.
La fórmula 1 lo constituyen una serie de fabricantes de automóviles que, como es lógico, tienen su propio interés por ganar. Hasta aquí se podría pensar que todo es lógico y funciona correctamente. El problema es que al nivel en que se suelen mover la mayoría de las escuderías no se encuentra demasiada diferencia entre escoger a un piloto o a otro. Ciertamente, y como en cualquier otro deporte, los hay mejores y peores, talentosos y mediocres,…pero la diferencia no resulta tan decisiva como en la mayoría de los otros deportes. Por ejemplo, en el motociclismo puede darse el caso de que un buen piloto que tenga una mala moto consiga ocasionalmente escalar puestos en la clasificación de una carrera, en la fórmula uno encontrar una situación así es infinitamente más complicado. Buena parte de la culpa la tiene la propia dinámica de la carrera de coches en la que es mucho más complicado realizar un adelantamiento que en una carrera de motos (recordemos que las motos son más “estrechas”), pero también es verdad que la propia fórmula uno no hace gran cosa para cambiar esa dinámica. Si bien es cierto que los circuitos construidos en los últimos años distan mucho de los antiguos, también es verdad que la “trazada natural” de los coches sigue manteniéndose en unos márgenes estrechos y, por lo tanto, sigue resultando determinante el orden de salida para conocer la clasificación final de la carrera.
Si en los deportes del motor siempre es importante el factor mecánico, en la fórmula uno resulta decisivo. De esta manera puede darse el caso de que un piloto mediocre tenga un coche magnífico y gane carreras constantemente, mientras que un gran piloto que tenga un mal coche sabe que le será imposible estar entre los primeros puestos. Es por esto que los pilotos hacen todo cuanto pueden para conseguir un coche que pueda ser competitivo. De hecho, en las ceremonias de entrega de premios de las carreras, suena tanto el himno del país al que pertenece el corredor como el himno del país en el que está registrada la escudería. Si ya podría parecer algo paradójico el hecho de que en algo que se considera deporte se premie a una máquina, el nivel llega al absurdo en cuanto comprendemos que, en el fondo, las escuderías compiten fundamentalmente por dinero y no por motivos “deportivos”. A más victorias, más ingresos para la empresa que gestiona la escudería que ha ganado. Lo que sucede es que este estrecho margen que les queda a los pilotos se hace menor cuando pueden ser intercambiables. Es decir, que deportivamente hablando, les resulta secundario fichar a un piloto que a otro. Es entonces cuando el dinero o intereses igual de oscuros (por ej., Massa ficha por Ferrari porque su mánager es el hijo del director de la escudería) empiezan a marcar el destino de cada uno. Lo que no es irrelevante son los ingresos que puede recibir una escudería en función de los deseos de los patrocinadores o los intereses velados que se mueven por detrás. Así se da frecuentemente el caso de que una escudería escoge a un piloto que es peor que otro (al que podrían reclutar en su lugar sin dificultad) pero es el primero el que tiene unos importantes patrocinadores dispuestos a aflojar la cartera a la escudería que deje sentar a este piloto en uno de sus asientos. Aquí sí que podemos encontrar el principal motivo de que hasta hace relativamente poco aquí no haya habido pilotos de fórmula uno destacados. A los patrocinadores les interesaba más apostar por deportistas de otros países de los que sí podrían obtener beneficios en el caso de que consiguiesen buenos resultados.
Por si esto no bastase habría que pensar en qué clase de deporte se ha convertido la fórmula uno en la actualidad. Un deporte que compite bajo la denominación de “campeonato del mundo de fórmula 1” y en el que todas las escuderías que participan son europeas o japonesas. ¿Acaso los otros países y continentes no forman parte del mundo? Cabría pensar que, vista la importancia de la tecnología en un deporte así, los países que se no consiguieron coger el primer tren que se inició con la revolución industrial no tendrían sitio ni posibilidad. Esto excluiría a una buena cantidad de naciones, pero lo sorprendente es que no todos los países que disponen de empresas automovilísticas de importancia compiten ahí. Aquí me estoy refiriendo directamente a Estados Unidos que, en estos temas, “va por libre”. Es verdad que los norteamericanos (al igual que el resto de países hegemónicos durante las distintas épocas) tienen su propia mentalidad pueblerina e ignorante que les hace pensar que lo suyo es lo mejor y que, por tanto, para qué van a fijarse en lo que hacen los demás. Pero también es cierto que económicamente hablando a las todopoderosas casas automovilísticas norteamericanas (Ford, Chrysler, etc...) no les interesa participar en la fórmula uno. Ellos mismos pueden distribuirse su propio pastel y obtener mejores beneficios que si participasen en el de los demás. Así pues a estas alturas cabría pensar en si existe algún motivo para seguir denominándolo campeonato del mundo. Tiene el mismo sentido que el que una persona cualquiera se decida a jugar a fútbol en el pasillo de su casa y se proclame a sí misma campeona del mundo de fútbol en el pasillo de casa.
Pero lo absurdo a lo que ha llegado algo que quiere seguir pasando como deporte no termina en lo ya citado. Sería conveniente reflexionar un poco sobre el sentido que tiene ganar o perder una carrera en los boxes. Teniendo en cuenta que los adelantamientos resultan cada vez más imposibles y que si algo cuenta es tener un coche que corra, además de una escudería que te respalde, resulta frecuente que la única forma de adelantar puestos o perderlos sea en el tránsito de boxes. ¿Qué tiene que ver cambiar las ruedas y llenar el depósito de gasolina con una carrera de coches? En realidad, nada. Es como si las carreras de atletismo se decidiesen siempre por el cambio de zapatillas al que se tuviese que ver obligado cada corredor. Podría objetarse que los neumáticos se degradan, los depósitos se vacían y que, por lo tanto, no queda otra que parar. Y nada más cierto, porque habría que parar. En las carreras de motociclismo también se para en un intervalo de tiempo similar, la diferencia es que ahí se ha terminado la carrera y los boxes sólo funcionan como ayuda y no como elemento decisivo. Lo que ocurre es que en la fórmula uno no se ha encontrado el mismo modelo de negocio que en el motociclismo. En éste hay tres cilindradas y, por tanto, tres carreras en cada gran premio, con lo que queda cubierta toda la mañana para los espectadores. En la fórmula uno carece de relevancia en cuanto a audiencia las “divisiones inferiores”, con lo que se hace necesario que la única carrera que va a haber se alargue lo más posible para seguir manteniendo una larga duración y unos fuertes ingresos. Así pasamos de los 45 minutos que podrían durar sin que hubiese ningún repostaje, hasta las casi dos horas de una carrera en la actualidad después de que se hayan hecho varias paradas en boxes. Si estos repostajes tuviesen una relevancia parecida al cambio de zapatillas en el triatlón podríamos pensar que no hay mayor problema pero la realidad es que, visto lo insólito de que aparezcan adelantamientos, las paradas en boxes resultan decisivas para el orden final de la carrera, siendo casi la única posibilidad que tienen los coches que van en cabeza de conseguir adelantar a los que los preceden.
Suelo decir que la fórmula uno es el mayor reto para un comentarista de radio o de televisión ya que es un deporte en el que no normalmente no pasa absolutamente nada. Lo habitual es que el piloto que ha quedado el primer puesto de la clasificación para la carrera acabe también el primero o, como mucho, entre los primeros. Sin apenas adelantamientos, y con las escasas posibilidades de rebasar al contrario condensadas en el tramo en que hay que parar en boxes, no queda otra que esperar los abandonos. El que a alguno de los que van delante se le rompa el coche, a ver si así hay forma de rebasarlo. Curiosamente esto es algo que sí sucede relativamente a menudo. Con lo que al deporte de velocidad en el que se gana cuando los corredores tienen que parar, podemos añadirle que en él se puede mejorar cuando tu contrario ha tenido una desgracia.
¿Qué es lo que queda de lo que se supone que es un deporte? Muy poco, o nada. ¿Cuál es la verdadera motivación que realmente mueve todo esto? Los intereses económicos.

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Facebook: la mentira y el engaño para un mundo ilusorio.

Existen infinidad de artículos, vídeos y sobre lo que hay detrás de Facebook. La mayoría de ellos pretenden desentramar oscuros complots para intentar hacer ver que lo que gira en torno a Facebook no es ni de lejos “trigo limpio”. Por lo que llevo visto se centran en hacer críticas al fundador/propietario de la página (Mark Zuckerberg) o en las dudas que se generan por la privacidad de la información. Bien es verdad que Mark no parece estar muy cerca de la santidad pese a que se presente a sí mismo en su perfil de Facebook (sólo lo podrás ver si tienes amigos en común con él) como “Una persona que intenta hacer el mundo más abierto.”. Las acusaciones judiciales de sus antiguos compañeros por haber sustraído la idea, el diseño, el plan comercial y el código del “Facebook original” (ConnectIU) en el que estaban trabajando terminaron por frustrarse. Mark alegó en su defensa que no estaba contratado y, por lo tanto, no estaba sujeto a ninguna clase de compromiso. También su propia universidad, Harvard, lo denunció por violar la política de privacidad y propiedad intelectual e infringir la seguridad informática.Afortunadamente para Mark ha podido dejar sus estudios y alejarse de sus antiguas controversias para vivir del macroimperio que ha creado. De cualquier manera no creo que haga falta demostrar nada en este plano para comprender que la evidencia deja a las claras que mucho de lo que se cuece en Facebook no es “trigo limpio”. Creo que basta con utilizar un poco algo que no se usa frecuentemente, el “sentido común”.
Como muchos otros productos que tienen difusión mundial (lo mismo sucede con muchas películas superventas) el éxito de Facebook se basa en vincular al producto necesidades fundamentales de las personas. En este caso la necesidad que tiene más del 99% de la humanidad de socializarse y relacionarse con otras personas. En cuanto a esto se puede decir que no es demasiado original. En el pasado las agencias matrimoniales, por ejemplo, han funcionado basándose en principios similares a los de Facebook. Lo que sucede es que internet propicia algo que las actuales sociedades deshumanizadas restringen, la comunicación entre las personas. Es mucho más fácil escribir a un nick (apodo) en internet que hablarle a una persona a la cara. Fácilmente desviaremos la vista cuando coincidamos con alguien que nos interese si estamos en un ascensor, aunque lo saludaremos efusivamente si lo encontramos en algún lugar de internet.
Millones de personas (que frecuentemente se sienten incomunicadas) son el caldo de cultivo que propicia la demanda de un producto como Facebook. Pero estas mismas personas a las que las normas de su propia sociedad aíslan siguen manteniéndose fieles al vincularse y someterse al “poder superior” que es asumido por la sociedad. Es igual que sea el Estado, la opinión de la mayoría o la influencia del grupo con el que se relacionan. Esta estructura de carácter, que en el fondo no es muy distinta a la forma de afrontar el mundo que ofrecen los instintos para los animales (en cuanto que ofrece respuestas sin necesidad de valorarlas bajo la razón), se repite de nuevo ante algo que todos asumen como válido, Facebook. Bien, recordemos que Facebook (por mucho que Zuckerberg se empeñe en hacer parecer lo contrario) no es más que una empresa y, como tal, su principal finalidad es conseguir beneficios económicos. Así pues hay que dejar claro que no es una entidad creada por un Estado con en el fin de que sus miembros puedan desarrollarse como individuos. Digo esto porque, en muchas ocasiones, parece que es algo que se olvida o que simplemente es algo que ni se contempla. Y es algo de una importancia vital ya que describe la dirección del producto y de todo individuo que se relacione con él de cualquier manera (usuario, administrador, moderador, etc…). Si el fin es el dinero, la ética siempre quedará detrás.
De la misma forma que ya hace mucho que ha quedado descrita la conformidad y obediencia (experimento Milgram) casi instintiva del ser humano con respecto a toda persona o entidad a la que se haya conferido (por cualquier motivo) algún tipo de autoridad, en Facebook casi todo el mundo mantiene una confianza ciega respecto a la privacidad y los datos que decide poner allí. Zuckerberg vio esto cuando, al poco de promover su Facebook primitivo, pudo comprobar como docenas de personas ofrecían a la web infinidad de datos personales. Zuckerberg prefirió quedarse en la satisfacción que le daba este nuevo poder inesperado sobre las personas (“¡Son idiotas!, me confían todos sus datos”, llegó a decir en esta primera época), no creo que llegase a reflexionar demasiado sobre el motivo de esa situación. Simplemente debió de aprender que siguiendo unas pequeñas reglas podía obtener algo que no le pertenecía y que las personas, por propia voluntad, le regalaban.
Aunque la información siempre ha significado poder, lo cierto, es que conforme evolucionan las sociedades modernas actuales esta premisa adquiere cada vez mayor importancia hasta el punto de hacerse el criterio más importante. De igual manera que ya en un pequeño gimnasio hay empresas interesadas en conocer los datos de los clientes para así poder establecer una estrategia de marketing que les proporcione mayores beneficios,… ¿qué se puede esperar de una web en la que millones de personas escriben voluntariamente todos los peros y señales de su vida privada, de sus expedientes académicos, de sus curriculums, de sus gustos personales? Evidentemente hay una información inmensa que proporciona, al que quiera usarla, un poder inmenso (y no sólo económico). Así pues, y sin necesidad de tener ninguna prueba, no resultaría nada disparatado suposiciones como la de “Yo también creo que Facebook pertenece a la CIA”. No hay duda de que hay infinidad de empresas ávidas de tener semejante cantidad de información y ya se sabe lo que ocurre si se deja a la zorra al cuidado de las gallinas.
Pero Facebook no es susceptible de la sospecha por este motivo. Facebook también supone una forma de modificar el carácter para que consigamos unas pseudosatisfacciones que, de algún modo, llenen nuestras vidas y nos salven del vacío en la que éstas se encuentran en el mundo real. No voy a negar que, como sistema de comunicación, pueda tener aspectos positivos pero ya hay una larga experiencia de cómo otros medios de comunicación (que también deberían de ser positivos para el ser humano) que terminan incidiendo negativamente. La televisión es un claro ejemplo. La televisión, que como medio de comunicación es fantástico, ha alcanzado tal grado de degradación que, más que para informar sirve para desinformar, más que para comunicar sirve para manipular, más que generar vitalidad, propicia inactividad (y así sucesivamente). Facebook también fomenta sus propios vicios, muchos de ellos son distintos a los de la televisión, pero igualmente terminan por buscar el beneficio de unos pocos y la satisfacción ilusoria de muchos.
Para empezar se podría decir que Facebook engaña a las personas haciéndolas creer que tienen una vida social que no tienen (recuerdo a estas alturas que el éxito de muchos productos se basa en responder de alguna manera o asociarse a los intereses básicos del ser humano). De esta forma a los contactos se les llama “amigos” para crear esta ilusión de comunicación y así generar una parte de esta “satisfacción ilusoria”. Pero Facebook también aprovecha otro de los vicios que fomenta internet, el de no mantener una capacidad de concentración constante y acabar por preferir pequeños estímulos dispersos que nos hagan buscar siempre nuevos elementos sobre los que volver a fijar la atención. En este sentido no es tan distinto de la forma en que las personas compran los coches en la vida real. En muchos casos se sienten aburridas con el coche que tienen a los pocos años. Este mismo vehículo que les había supuesto una gran excitación al comprarlo, en muchos casos porque va asociado a distintos valores que representa (estatus social, valores humanos manipulados por la publicidad, etc…), ha terminado su “ciclo” y, aunque pueda funcionar perfectamente, resulta más excitante hacerse con un coche nuevo que nos dé nuevos estímulos. Facebook también aprovecha este sistema de pequeños y nuevos estímulos (por ejemplo con la limitación y dificultades para comentar las noticias de los demás) y de esta forma se consolida como un agente más de la sociedad que conforma nuestro carácter con miras a su propio beneficio.
De igual manera es fácil caer en el vicio de suplantar nuestra vida real con una nueva vida social en Facebook. Se podría decir que, en cierto modo, sería casi más interesante no tener vida social ya que así somos conscientes de que no la tenemos y podremos seguir sintiendo la necesidad de comunicarnos verdaderamente con otras personas. A estas alturas ya habría dos problemas porque, aparte de no tener “vida real” ahora hay que deshacerse de la ilusoria para poder recobrar las ganas de tenerla y conseguir ver la dirección hacia la que hay que caminar.
Con lo limitado que puede ser un artículo en un blog no hay apenas espacio ni para esbozar las muchas (y generalmente nefastas) implicaciones que tiene Facebook en nuestras vidas. Sólo he pretendido apuntar algunos detalles de algo que debería ser descrito y estudiado mucho más sistemáticamente (quizás ya esté hecho en algún sitio). De cualquier manera mi objetivo no es demonizar Facebook. Como dije antes, en cuanto elemento de comunicación, tiene sus aspectos positivos y resulta interesante. El problema es que el funcionamiento actual dista mucho de acercarse a una situación óptima.

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Incoherencias del sistema judicial

Si insultas a una persona, eso es punible legalmente. Es decir, te denuncian vas a juicio y puedes ser condenado por ello. Si por ejemplo vas a un estadio de fútbol y junto a cincuenta mil personas insultas a otra que se encuentra en el campo vas a quedar impune.
Si en la calle le partes la cara a alguien de un golpe eso es punible legalmente. Te pueden denunciar por eso y fácilmente tendrás algún tipo de pena de cárcel por ello (aparte de las indemnizaciones). Si haces eso mismo mientras estás jugando un partido de fútbol en el estadio de antes (el de las cincuenta mil personas), normalmente lo único que te va a pasar es que tengas una sanción deportiva, se incluye como un lance más del juego y santas pascuas.

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